miércoles, 17 de junio de 2009

Asoka 2

Lo que más recuerdo de las clases con Depa fue el extenso tiempo que pasó enseñándome la cultura de mi pueblo. Con el tiempo descubrí que todos los estudiantes van a un Templo a aprender en conjunto hasta que los selecciona un maestro o caballero jedi que regula específicamente su educación. En mi caso, Depa se opusó a llevarme a un templo, dada su influencia en el Concilio Jedi, no tuvo problemas para lograrlo.
El tiempo de entrenamiento con ella lo recuerdo gratamente. Se preocupó no sólo de instruirme en las doctrinas de los Adeptos sino que también bregó mucho por un óptimo desarrollo físico. Argumentaba que muchos maestros se preocupaban porque sus muchachos tuvieran rindes físicos excepcionales, o supieran de todo, y realmente no eran buenos en nada o eran limitados. Así que recuerdo esas clases como bastante particulares.

El deber que llamó a Depa me asignó a Za'i. Ella sí me llevo a un Templo común, pero era bastante poco el tiempo que compartía con los estudiantes. La mayoría del tiempo lo utilizabamos para entrenar. Za'i compartía los mismos postulados que Depa, lo cuál las había hecho amigas, del desarrollo físico, y también del desarrollo de la capacidad de pensar, de analizar, de tomar desiciones. Algo que citaba no era muy común en la Orden.

Pasé tiempo estudiando a su cultura, creo que no lo hizo para que aprendiera solamente de su pueblo, sino para poder apreciar cada raza en su magnitud, y no solamente en los detalles. Enseñaba que cada raza tiene miles de pequeños detalles, y que la única forma de comprender a cada raza es entendiendo cómo funcionan esos detalles. O al menos los que definen la personalidad común de la raza.

Pero no sólo eso: trabajamos mucho desde lo sensorial. Ver en Alpheridies era virtualmente imposible, el espectro lumínico de Aber (el sol), rojo intenso, prohibía el uso de la vista y utilizarla era desgastarla en exceso. Za'i decía que al perder su raza la vista, habían activado la Fuerza para compensar. Y que la ceguera, que realmente no era tal, les había permitido aprender la nula fiabilidad de los sentidos. Ella esgrimía que las personas solían confiar ciegamente en su vista y poco en su intuición, hecho que en mi corta experiencia con la vida pude apreciar que es así. Que los sentidos podían ser facilmente engañados y que cada persona de la Galaxia, jedi o no, podía caer en trampas siempre y cuando sus sentidos les indicaran fiabilidad. Tomé estas enseñanzas como válidas, después de todo, mi cultura habla de un velo que tapa la realidad, y que nadie puede traspasarlo dado la condena que vivimos en el cuerpo material.

Toda esta terminología, que podrá parecer en extremo rara o de difícil comprensión, la adquirí mediante charlas de religión y ocultismo con mis maestras. Ambas creían fervientemente en los principios divinos y esotéricos de sus razas. Era bastante evidente que yo terminaría adquiriendo los mismos dogmas. En general, más allá de sus diferencias, la clave para entender esta conexión divina y trascendental es la Fuerza. Por eso largo tiempo con Za'i lo pasamos meditando, tratando de tocar y manejar y entender este elemento que es la Fuerza, que nos núclea a todos, del que todos somos parte pero pocos pueden entender en su magnitud.

Indudablemente tampoco faltaron los estudios con el sable de luz, si bien Za'i no era una dotada, su estilo me agradó inmediatamente, claramente defensivo, a favor de los códigos de no violencia que mi raza pregona. Hubo mucho tiempo para ello. Agradezco siempre que mi maestra miraluka tenía una forma didáctica de dar clases, utilizando todo recurso que podía en pos de una mejor comprensión. A veces volvíamos horas con los mismos principios, con la única finalidad de captar cada detalle y alteración de la técnica, cada sensación del poder o bien cada trampa en el sútil control de la Fuerza.

No puedo decir que no extrañe a mis maestras. Ellas fueron el eje de mi vida, aunque en estos últimos meses pude poner en marcha casi todas sus enseñanzas. Lo más interesante del caso es que las enseñanzas de ambas que más aprecio hoy son aquellas relativas al trato, a la forma de ser, a cómo encarar distintos asuntos, a entender el sendero elegido y al deber que uno tiene. Y no tanto los poderes o los manejos con el sable de luz ni la política de la Orden.

(escribió Draften)

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